miércoles, 21 de julio de 2010

EL DESEO DE LOS AFECTOS, LA ILUSIÓN DE LA REVOLUCIÓN

Hablar de la relación entre los afectos y la producción económica, es en primer lugar cuestionar la separación entre estructura y superestructura, entendida esta última como el resultado mecánico de un modo de relaciones económicas específicas. La cultura y los valores no vienen ya dados como consecuencia de la producción económica, más bien, se entrelazan, colocando al conocimiento y lo cultural como motor de acumulación en el capital postfordista. Es aqui donde las lecturas sobre la feminización del trabajo cobran verdadero valor y no sólo porque cuantitativamente las mujeres compongan gran parte de la actual fuerza de trabajo. De ser únicamente así, estaríamos omitiendo a todas aquellas trabajadoras que históricamente han cubierto las fábricas, sobretodo en tiempos de guerra, - aunque no sólo-. Como también la división sexual del trabajo que condenaba al ostracismo su papel doméstico, tan crucial para la reproducción de capital en la sociedad fábrica, hoy parcialmente sustituido por mujeres migrantes.

En nuestros tiempos postmodernos el giro coperniquiano se traduce a un nivel cualitativo, es decir, de modificación en la calidad misma de la composición técnica de la fuerza de trabajo, donde las mujeres y las características atribuidas a la feminidad son parte importante tanto en la producción como reproducción capitalista. Poner el acento en la atención personalizada, en la movilización de la mente impulsada por estímulos propios del deseo y no en la ontología de la necesidad, o en la comunicación como pilar de la actividad productiva, es referirse a la mujer. El poema de Mario Benedetti "los afectos", nos da algunas pautas de lo que perfectamente podría ser el eslogan de una consultoria o un outsourcing: " que la mayor puerta es el afecto, que los afectos nos definen".

De la misma forma que la política de partido precisa subsumirse al repertorio de acción colectiva de la política de movimiento para intentar mantener su presencia política, el capital hace lo propio con la feminidad. El capital heteropatriarcal precisa nutrirse de los campos de la diferencia y la multiplicidad con el objetivo de perpetuar el mando monolingüe del régimen de mercado. El valor de los afectos y los cuidados encarnados principalmente por las mujeres dejan coja a la economía política, incapaz de computar riqueza más allá del resultado del trabajo objetivado en un producto tangible. Comerciar con sonrisas, cariño o deseo sexual se coloca en las antípodas de toda una tradición industrial, que como afirmaba Edward Thompson, marginaba de la producción todo placer y comunicación. De ninguna manera debemos preconcebir a dichas características laborale una acepción positiva y en ausencia de dominación.

El desarrollo tecnológico no se extiende de manera universal y la producción adopta la forma de manchas de leopardo y no la de un manto homogéneo. Las relaciones de explotación más olvidadas vuelven a tomar vida, combinándose con las más innovadoras; desde las maquiladoras de México y los almacénes de Los Ángeles a la dependienta de una tienda de ropa en Barcelona. Las primeras, sometidas a un régimen productivo premoderno e incluso prefeudal al no existir siquiera un contrato entre vasallo y señor, son la cara más amarga de la explotación del deseo y las emociones que sustentan el capital cognitivo. Las segundas escenifican el espejismo juvenil, sexual y dinámico que vende sensaciones y deforma y reconfigura los mismos puntos de partida que podrían dar lugar a realidades liberadoras, en la base material del capital en las sociedades postindustriales.

Este es el peligro al que se enfrentan las prácticas queer; en convertirse en nuevos nichos -y recursos productivos -, de mercado. Es decir, en una de tantas diferencias que cuentan con sus propias cuotas de consumo y realización de mundos propios. Cualquier tendencia es potencialmente productiva, ya sean las aspiraciones revolucionarias# o las ecologistas, como demuestra la publicidad de la empresa de neumáticos "Good Year", en su recombinación mercantíl

http://www.youtube.com/watch?v=lguLF9owKag&feature=PlayList&p=A5C8ECB4114C587A&playnext_from=PL&playnext=1&index=47.

Es la subsunción real del trabajo en el capital como anunciaba Marx, la no exterioridad de las relaciones de producción que cubre como un epitelio nuestras relaciones sociales más cotidianas e ilusiones más radicales.


# La publicidad suele oscilar entre la venta de sexo y la revolución, como reclamo al consumidor post68. Ejemplos como las zapatillas nike con lemas como "be the revolution of you", cepillos de dientes "power to the people", Europa FM "inconformista, rebelde" etc...Nos muestran hasta que punto el deseo queda huero de toda coherencia para ser simplemente un estímulo más, que llena de plenitud temporal pero no de felicidad, al individuo que dependiendo de sus recursos económicos subjetivos disfruta de su democracia de consumo

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