jueves, 19 de febrero de 2009

Espacio público y publicidad. Publicado en el periódico digital Elconfidencial.com el 23/01/2009

Cuando hablamos de espacio público no nos referimos (o al menos no únicamente), a un equipamiento deportivo o a un parque con columpios, por lo que tenemos que abarcar una visión integral del conjunto de la ciudad. Toda ella es el espacio público y midiendo el termómetro de sus calles, sus plazas y las maneras de relacionarse entre sus pobladores, podremos calibrar el estado de salud que goza su ciudadanía.

Consideramos un espacio público de calidad si reúne las condiciones de movilidad necesaria, si genera un espacio polivalente que ate e integre las tramas urbanas, que facilite el acceso y encuentro a las personas anónimas al incluir una composición social morfológicamente heterogénea. Igualmente debe contener los ingredientes culturales y populares para elaborar memoria compartida en torno a ellos, se precisan símbolos como referentes comunes que refuercen la autoestima colectiva.

Desde la filosofía política moderna siempre se ha percibido una distinción muy clara y delimitada entre los lugares comunes y los privados. Lo público, entendido como el lugar donde el individuo se expone socialmente para con el resto de conciudadanos, es el lugar de la política, de la acción colectiva y lo privado es lo relegado a los asuntos íntimos, de carácter más personal y casero.En nuestra sociedad contemporánea, en las metrópolis que habitamos, esta distinción tiende a desdibujarse y los límites parecen ya no encontrarse claramente definidos.

Se confunde cada vez más nuestros encuentros públicos en espacios privados y mercantiles, se comienza a intercalar la plaza y el parque por los centros comerciales, gimnasios. Clubs privados etc.., y lo que supuestamente formaba parte de nuestra intimidad se airea de la manera más pública que jamás hayamos pensado. Echemos un simple vistazo el emergente espacio virtual de la red, que dependiendo el caso (como en L.A), puede que su intercableado sea el encargado de tejer las relaciones humanas casi en su totalidad, o como en Europa, que supone una alternativa innovadora a la hora de relacionarse.

Ejemplos como el Facebook, Myspace coinciden en que la exposición pública de nuestra privacidad deviene un elemento fundamental para darnos a conocer, para ser admitidos, ser tomados en cuenta, no quedarnos fuera.Esta desregulación del espacio público en su conjunto constriñe por un lado la expresión política de las subjetividades disidentes, a través de las distintas ordenanzas municipales (Ej: Barcelona), como también las superfluas que no alcanzan los niveles de consumo requeridos para incluirse socialmente.
Al mismo tiempo y paralelamente abre espacios ilimitados a las tendencias dominantes del mercado y la publicidad, convirtiendo a la ciudad en una plataforma donde se generan constantemente procesos de acumulación de capital en el espacio público.

Lo que se nos vende

Para ilustrar la manera en la que opera esta lógica podemos tomar el ejemplo que nos ofrece Sociólogo Vicente Verdú, cuando nos habla del Capitalismo de ficción a la hora de analizar cómo se vende la cadena Starbucks. Lo importante no es tanto el café que ofertan, sino lograr introducirnos en una atmósfera envolvente que emula a las cafeterías de Viena y nos transmite la serenidad de un ambiente determinado. Área Wi-fi, clientes con portátiles y otros leyendo en los sillones, completan el decorado perfecto para reforzar la idea e imagen que caracteriza a la empresa.

La privatización del escenario urbano no implica simplemente un mero intercambio de dinero por una mercancía, es una relación que hunde sus raíces en los ganglios sociales, y es aquí donde reside una de las novedades principales del capitalismo cognitivo o informacional. La publicidad, como los locales, no vende un producto, sino que reproduce subjetividad. En otras palabras, nos ubican dentro de los canales del conocimiento, nos evalúan a la hora de posicionarnos en sociedad, nos vincula al éxito, al poder, al sexo, al status, reproduciendo a su vez nuevas relaciones sociales que darán nacimiento a otras ulteriormente.

Una subjetividad creada colectivamente a través de los distintos intercambios lingüísticos e informacionales entre la población, que resultan ser recombinados y decodificados por la empresa para finalmente otorgarle un valor económico. En términos marxianos sucedería que; Capital constante (Infraestructura que pone el capital) y Capital variable (los trabajadores), se fusionan cuando las relaciones de producción atraviesan a las relaciones sociales.

Futuros, a veces presentes

De aumentar el peso de los espacios privados de socialización normalizando la interacción humana dentro de los recintos cerrados, nos enfrentaríamos a lo que el Sociólogo francés Jean Braudillard bautizó como “hiperrealidad”. Esto sucede cuando la felicidad se encuentra en la simulación de la realidad, más que en la realidad misma; cuando preferimos la fotocopia inventada a la vida material. El supuesto de trasladar el afuera hacia adentro, reproduciendo espacios que integran todo tipo de gustos y servicios, desde guarderías, hasta pistas de nieve, eleva la tendencia hacia la mixofóbia, para con otros grupos sociales.

Esta dinámica se acrecienta cuando se pone el acento en la seguridad personal en detrimento de la colectiva. Se desea un mundo idílico entre “iguales”, protegidos por dispositivos de distinta índole (de seguridad, accesibilidad, exclusividad etc…), que filtran la composición social del espacio y garantizan tranquilidad al cliente. Lo que resta del espacio público se reduce gradualmente a las poblaciones precarias (jóvenes, migrantes, sin papeles), y todos aquellos que encuentran dificultades para acceder al consumo.

Pero el espacio público es históricamente también escenario de progreso, de conquista de derechos, de procesos de subversión metropolitana que por momentos rompen con la temporalidad dominante constituida como lineal e inalterable. Ejemplos actuales como el estallido en los suburbios franceses en el 2005, o la reciente revuelta griega ponen de manifiesto la innovadora metodología a través de la que operan los nuevos conflictos sociales. Estos ya no se focalizan alrededor de los centros de trabajo, sino que se expanden por todas las estrías de espacio público de manera difusa y descentralizada.

En la Sociedad de la Información producimos más allá de las ocho horas laborables, toda la vida en su gramática genera ideas, información, hábitos, intercambios etc.. En el momento en el que todo el cuerpo urbano se convierte en nuestro centro de trabajo y articula todas las facetas de nuestra vida en su conjunto, las protestas no se reducen a salarios ni un lugar en concreto, sino que funcionan como una espiral que fácilmente crece cualitativamente y alcanza a cuestionar la estructura sistémica al completo. Se transforman así en luchas biopolíticas.

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