jueves, 19 de febrero de 2009

Rap, lenguaje de las multitudes. Publicado en el periódico quincenal Diagonal nº 83. 03/09/2008

¿Por qué el rap sirve de lenguaje comunicativo y expresión entre las clases populares?



Esta música surgida en los barrios degradados de Nueva York, allá por los ‘80, emergió como vía de escape y protesta de los jóvenes negros, para años más tarde expandirse entre los desheredados de gran parte del planeta. Estos artistas de lo efímero aportan con la cultura del hip hop un vasto conocimiento social, tanto a través de las artes empleadas, como por el ingenio que desprenden sus actos de supervivencia.


Son virtuosos sin obra, necesitan de la presencia de otros para desarrollar su cultura; muchos de sus discos y canciones se diluyen al ritmo que surgen temas nuevos, sus graffitis duran hasta que las paredes son limpiadas o recubiertas por uno nuevo, y el crip walk, con sus increíbles juegos de piernas y manos, sólo es apreciable in situ, después desaparece.


Su cara más conocida y divulgada se centra en la exaltación de la violencia pandillera, la adoración del dinero y la vejación de las mujeres, es el llamado gangsta rap. Su razón de ser se marca en un contexto postindustrial, donde la retirada total del poco Estado social urbano y el aumento masivo del desempleo obligaron a los jóvenes a observar cómo funcionaban los mecanismos de relación capitalistas. De esta forma crearon su propia empresa en torno a las drogas, que les sirvió de sostén económico, a la par que la comunidad fue condenada a la violencia pandémica como consecuencia de los enfrentamientos entre bandas, dejando tras de sí un reguero continuo de muertos.


Si el soul nació en un contexto de opresión, pero encontró en el gueto un ‘estar en casa’ gracias a las distintas redes sociales que permitían a la población negra reconocerse como raza, como sujeto unido, el hipergueto del siglo XXI se rodea de soledad, ruptura y encarnación del capitalismo de calle más salvaje. El rap habla del miedo rutinario que implica el tedio de la vida, la desesperación enfrascada en la necesidad de transmitir que son duros frente a una realidad tétrica que asfixia sin pausa y consume la vida.


Pero existen momentos en los que la contradicción entre vivir en una posición apartada de toda inclusión social y el sueño americano al que todos aspiran estalla contra un sistema de control que les hace caer en el olvido. Arrasando y quemando toda estructura estable, mostrando su cara más nihilista y destructiva que sólo es equiparable a su desesperación y frustración existencial. Se desdibujan las diferencias que les enfrentan por ser de otra banda, o por ser chicanos o negros, agregando lo múltiple a la unidad, lo plural en lo singular, formando una verdadera multitud que apunta, a veces sin saberlo, al corazón del mando capitalista.


Renacen los colonizados de Franz Fanon en Los condenados de la tierra, que sólo a través de la violencia encuentran la llave para su liberación y saneamiento interno, volviendo a formar parte de algo, de un nosotros, reconociéndose de nuevo al correr juntos entre las llamaradas que alumbran las calles. El rap es el carruaje perfecto como expresión cultural de esa contradicción que supone la vida en el gueto, entre el dinero y el poder ansiado y la podredumbre de sus vidas.


Sumándose al legado que roció el reggae tras los ‘70 en África, Europa y EE UU, y de la contribución de todo el movimiento del nacionalismo negro, surgen proyectos que pretenden dar forma política a la rabia de los jóvenes de las zonas abandonadas. Los RBG (Revolutionary But Gangsta) compuestos por distintos grupos, entre los que destacan Dead Prez o Alikes, fusionan esa imagen de chungo de barrio con un contenido altamente revolucionario, idolatran las armas pero no para matarse entre ellos, sino aludiendo a aquellas patrullas de alarma policial que constituían las Panteras negras allá por los ‘70, cuyo fin era la protección de la comunidad frente a la invasión y vejación policial.



El artista y activista político que en los últimos años levanta más ampollas es un peruano afincado en Harlem que se hace llamar Inmortal Technique; el mejor ejemplo de que puede surgir buen rap de abajo, bien duro y violento, pero concienciado y político, enfrentado constantemente a la lógica individual y mercantil que ilusiona a muchos jóvenes del gueto, cuya imagen de ‘artista’ se refleja en individuos como 50 cent.


Rap y metrópolis son elementos indisociables que junto a la hermandad que les une al new roots y dancehall jamaicanos, con artistas como Bounty Killa y Sizzla, constituyen la voz del gueto, de los sufridores, reproduciendo a las poblaciones esclavizadas de antaño cuyo canal de expresión pública se reducía a la música, síntoma de que se encontraban vivos y así no caían en el olvido. En 2008 nos encontramos con las mismas necesidades: para algunos la vida no ha mejorado mucho.

HIP HOP GLOBAL



En un mundo globalizado el rap traduce la vivencia de los más desgraciados y olvidados constituyendo un pilar en la identidad de los jóvenes urbanos. Allá donde existe la densidad de la metrópolis surge esta cultura urbana adaptada en cada caso a los márgenes coyunturales de su realidad nacional. El rap en francés adquiere una imagen y un estilo propio entre los jóvenes de las banlieues claramente diferenciada del modelo de East Coast o West Coast, pero expresa sentimientos similares. En África se extiende como la pólvora: ya sea en Kenia, Sudáfrica o Ghana, los jóvenes deciden hacer suya esta cultura, yendo desde el modelo más americano, como se da en Sudáfrica con grupos como Prophets of da city, hasta la hibridación con elementos africanistas como el swahili hip hop de X Plastaz, originarios de Tanzania.

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