miércoles, 16 de marzo de 2011

AENA: viajeros, huelgas y el precariado que se viene

La amenaza de huelga de los y las trabajadoras de AENA, han confirmado todas las sospechas que apuntan hacia un imaginario social cada vez más reaccionario. Cuando los controladores aéreos dejaron vacios masivamente sus puestos de trabajo, las discusiones en la izquierda, se centraban en si había que denostar a los controladores por corporativistas y privilegiados, o por el contrario, comprender que lo importante era la amenaza de privatización. Pues bien, ahora cuando son simples y llanos trabajadores, quienes encuentran en la huelga su mecanismo de resistencia, la lluvia de insultos y deseos de mano dura contra ellos, no ha variado un ápice por el hecho de cobrar 1200 euros en lugar de 200.000 euros. Es decir, mientras que la izquierda levitaba en su mundo discutiendo sobre un verdadero posicionamiento, al conjunto de la población lo único que le importa es sacralizar su derecho a viajar, se ponga quien se ponga delante. El mapa sociolaboral se presenta extremadamente grave por dos motivos, principalmente. En primer lugar, comienza a desvanecerse la idea de que las huelgas son un mecanismo democrático, necesario para la defensa de los intereses de los asalariados. Todo un trastorno cultural y antropológico, que interpreta los derechos entendidos como consumidor y cliente, orgulloso de un cinismo que se jacta de pasar de la política, pero que comprende a la perfección las bases del funcionamiento de un libre mercado aparentemente despolitizado. En segundo lugar y como reacción a la reacción, las posturas y discursos de los sindicatos, suelen afianzarse en la idea originaria del movimiento obrero, de mitos y ritos impolutos, casi sagrados, en los que hay que insistir porque al parecer no se han repetido lo suficiente. Por lo tanto, se presenta un escenario borroso y de difícil solución.

En ningún momento el debate gira en torno a la privatización de bienes públicos, bien sea porque las posiciones se apoyan en la supuesta eficiencia del mercado, o bien sea, porque se asume –inconsciente o conscientemente-, la realidad colectiva como una derrota y la libertad individual –en este caso de viajar-, prima sobre cualquier defensa laboral. Reaccionario también, porque precisamente los pocos sectores que todavía cuentan con capacidad de presión, son precisamente aquellos a los que la ciudadanía acusa de privilegiados, ya que ellos, no gozan de semejante placer. Es la guerra del penúltimo contra el último, de autóctonos contra inmigrantes, y al mismo tiempo, del último contra el penúltimo, precarios y temporales contra trabajadores del sector público. Un planteamiento idóneo para alisar el espacio del capital y llevar a cabo todo tipo de reformas, que siempre benefician a intereses privados, a costa del resto, también de los que viajan. Cuando privaticen AENA, quizá por el peso con el que todavía cuentan los sindicatos en las negociaciones, se logren salvar el grueso de condiciones laborales actuales, pero en cualquier caso, será una medida temporal donde los nuevos que entren, lo harán bajo el manto de la precariedad y la subcontrata. Muchos de los hijos e hijas de los activistas iracundos, que hoy atacan todo lo que huela a huelga, mañana cuando sufran la precariedad, tendrán que agradecerle a sus progenitores el legado de la vida que lleven.

En el debate de la Tuerka CMI de hace un par de semanas, sobre sindicalismo, a los ponentes se les preguntaba por el papel que deben cumplir los sindicatos en la economía digital del siglo XXI y la era de la precariedad. La respuesta, unánime, ponía el acento en la recuperación de valores perdidos, en la reactualización de ideas bien pensadas para otro tiempo, pero incomprensibles para el nuestro. Incluso, ni siquiera plantearse la necesidad de cambios que se adapten a la realidad de la fuerza de trabajo contemporánea. Ante la pregunta de por qué manejando datos similares con la huelga del 2002, la huelga general del 2010, se ha percibido de forma distinta, más débil; el ponente de CCOO respondía, que la percepción podrá ser la que se quiera, pero los datos estaban allí y eso era lo importante. Estas dos afirmaciones son el síntoma de lo que antes llamaba la reacción de la reacción. Frente a las transformaciones de una fuerza de trabajo precaria e inmaterial y las bases de un capitalismo fundado sobre el saber y la financiarización, mejor refugiarse en la solidez de un mundo que se desvanece. La importancia de la percepción pública sobre un conflicto, amplificada por las comunicaciones y medios, traslada también, fuera del centro de trabajo, el desenlace final del acontecimiento en cuestión. La construcción de la opinión pública, la vinculación de emociones compartidas sobre un mismo hecho y las lecturas que se hacen de la realidad, son infinitamente más importantes que los datos manejados sobre energía en los polígonos industriales.

El problema de AENA, es entonces, el del fantasma de la precariedad; fantasma que para muchos y muchas, desde hace ya tiempo, se ha convertido en un compañero de viaje; y no parece que pretenda abandonarnos. Alrededor del mundo una fuerza de trabajo cada vez más intelectualizada –que no intelectual-, comienza a dar muestras de lo que antes se llamaba centralidad obrera; es ahora cuando urge construir un nuevo imaginario que vuelva a emocionar, a impactar en el pecho de la gente. Lo llevamos viendo en medio mundo, ayer mismo en Portugal salieron miles de precarios, “la generación en apuros”, se hacen llamar. Para el 26 de marzo, en Londres, se proyectan acciones masivas con la intención de cortocircuitar la temporalidad dominante, abriendo espacios a la multitud, cerrándoselas al mercado. Aquí, la generación sin futuro, aún hiberna, en nosotros está darle voz pública; pero queda claro que los Sex Pistols se equivocaron de año al gritar aquello de “No Future”; es más propio de nuestros tiempos.

1 comentario:

  1. ellos dicen mierda , nosotros amen...
    el que no defienda su presente , que olvide su pasado y que no llore en el futuro...

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